martes, 31 de octubre de 2017

Kurt Vonnegut, un excéntrico.

Enterate un poco de quién es este autorazooo:

https://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/4-6002-2007-04-13.html

Y los náufragos...

La novela de Bioy nos abre interrogantes obre la vida de los náufragos, ante la duda, imaginamos. 


Unos años atrás, me echaron de mis tierras en Sudan. Me fui en barco, pero lamentablemente mi barco se hundió, toda mi familia murió ahogada o de frio. Yo, el único sobreviviente, fui nadando hacia algún lugar, solo tenia una naranja para alimentarme, la cual fue mi alimento por tres días.
Llegue a una pequeña Isla y lo primero que hice fue dormir, dormí 22 horas, ya que yo no dormí esos 3 días.
Al despertarme vi unas grandes construcciones, se trataba de la Isla Suakín, las ruinas parecían las de la Antigua Grecia, ni yo podía creer que ese era mi país, parecía otro mundo, algo mágico.
Éramos las construcciones y yo, y un naranjo, que todos los días al comer me hacían acordar a mi familia, pensar que ya no la tenia cerca me desvanecía cada vez mas, a veces tenia alucinaciones, pensaba que venia mi barco con ellxs, pero no.
Pasaron los días, semanas, meses, años… Y nada, me encontraba en soledad, comiendo naranjas, vestido con ramas y hojas, pasando frio los inviernos, me mojaba los días de lluvia, y ya no tenia esperanzas de nada.
Hoy estoy hablando desde mi conciencia, porque ya no tengo fuerzas, en un rato estaré con ellos, o quizá no. Solo se que este sera mi ultimo rato con vida, porque yo me estoy desvaneciendo, por frio, por tristeza, por soledad y por la maldita guerra.
Solo quiero, que quien vaya a la Isla Suakín, recuerde que esas naranjas, fueron quienes me ayudaron, porque a pesar de que estuve en soledad, ellas me ayudaron.


Bluxed Apkarian 

Copia y ¿Original?

                                                       Doppelgangers
“Creo que la causa fue el miedo” me dije a mi mismo, o la desesperación, quizá. También puedo decir que fue en defensa propia, la verdad no sé. De todos modos había cosas más importantes de las cuales ocuparse.
Empecé agarrándolo por los pies desnudos, lo arrastre un par de metros cuando me di cuenta de que no sabía dónde iba, que lo estaba arrastrando por el simple hecho de que me causaba placer. Lo solté en la alfombra y me quede contemplándolo.
 Mirándolo, me percate de la cicatriz en su hombro, esta debía tener unos tres centímetros de largo, me acordaba de esa noche cuando a causa de un altercado en un bar, una botella rota me hizo un tajo en el hombro izquierdo. Aun recuerdo el frio del vidrio atravesando mi piel y el dolor de aquella noche.
De repente, me agarro un ataque de ira, no sé muy bien porqué pero empecé a golpearlo, viendo como nuestros nudillos se llenaban de nuestra sangre a medida que mi sonrisa iba aumentando, empecé a reírme, cada vez mas fuerte, viendo como mi cara quedaba demacrada por los golpes. Después de unos minutos de lo mismo, me recosté en el piso y mire mi cara que, aunque un poco desfigurada, seguía siendo mía. Al mirarlo descubrí en su mirada odio, un odio que llevo dentro mío, un odio que aumenta mediante pequeñas quejas no realizadas, un odio que hasta hace poco no sabía que existía y un odio que fue liberado hacia alguien, en este caso, hacia mí.
Cerré cortinas, bloquee ventanas y puertas, y me puse a pensar.
 Cuando lo vi por primera vez estábamos esperando el subte, debían ser como las seis de la tarde y, ante mi asombro, éramos los únicos en la estación, llevábamos la misma ropa y estábamos sentados en lados exactamente opuestos, con unas quince butacas de distancia, era como una escena simétrica. Al llegar el subte, nos paramos e, instantáneamente nos dirigimos hacia la compuerta. Al entrar nos sentamos a dos asientos de nuestra respectiva puerta de entrada y nos quedamos mirando, el con su mirada muerta y yo atónito ante aquel encuentro (nos bajamos en la misma estación pero, ante mi sorpresa, nos fuimos en direcciones opuestas).
Este evento se repetía todos los miércoles y, en un principio, el hecho de viajar en el subte con solo un acompañante era ideal. Después de un mes de lo mismo  me percaté de que no solo había un doble en mi vida, sino dos. Este segundo se empezó a encargar de mi comida, todos los días laborales me esperaba en casa con la cena hecha, y cada día era un deleite probar sus comidas. Cuando lo vi por primera vez, mi instinto fue echarlo, sacarlo de ahí, y seguir con mi vida a base de fideos y café. Pero aunque lo echase un día, al día siguiente siempre me esperaba en casa con la cena hecha, sin importar que tan trabada estuviese la puerta o que tan alta fuese la reja. Teniendo en cuenta que mi alimentación era bastante limitada, esto me empezó a gustar y lo adapte.
Al principio cuesta un poco adaptarse pero, al no poder hacer nada con ellos y teniendo en cuenta que de alguna manera u otra me venía bien lo terminé implementando a mi rutina. Así sucedió con todos los dobles hasta que ocuparon más de la mitad de mi vida, pero, cuando me di cuenta de esto ya era tarde y solo me levantaba de la cama para necesidades que solo el original podía satisfacer. Y ahí está el problema, la definición de original. En su momento yo pensaba que yo era el original y que los demás eran solo una copia de mi con la única meta de satisfacerme, pero me empecé a dar cuenta de que hasta las versiones no reales de mi tenían más protagonismo en mi vida que el mismísimo original. Y ahí se originó el conflicto que me llevo a verme muerto dos veces en mi cama, una en el sofá, cinco en el comedor y una en la alfombra que, a pesar de estar muerto y un poco desfigurado, era hermoso.


Lauti Xifra. 

Más Doppelgängers II

Nuestro Espejismo
Me veía reflejada ante el espejo, estaba peinándome. Cuando me di vuelta a buscar una hebilla con la cual sostendría mi flequillo, me di cuenta de que el espejo era un simple cristal que solo reflejaba la poca luz que entraba de afuera. Me empecé a poner nerviosa mientras buscaba alguna explicación lógica; Sentía cómo la sangre fluía por mis venas y los latidos de mi corazón hacían zumbar mis oídos. Miré hacia mi escritorio en la silla estaba yo, más bien, mi réplica exacta. Del asombro tropecé contra el cristal, el cual se rompe por mi caída. Los trozos de cristal, incrustados en mi piel, el camino que hacía la sangre recorriendo mi cuerpo y mis ojos brillantes mirando la figura sentada en mi silla, me hacía pensar de que todo era un sueño mejor dicho, desear que fuera un sueño.
Ahí estuvo durante unos minutos mirándome fijamente con los mismos ojos que los míos,
Salí de la habitación y corrí con pocas fuerzas al baño el cual trabé con cerrojo,  con una pinza comencé a quitarme los pequeños cristales que todavía yacían en mis brazos, agarré unas cuantas vendas y las coloqué sobre mi regazo mientras envolvía mis heridas con ellas. Al salir estaba ella mirando mi computadora. Me picaba la garganta, sentía los ojos hinchados, como si estuviera a punto de largarme a llorar. ¿Qué pasaría si esa YO fuera mejor que esta YO? Me ponía los pelos de punta pensar en ello.
Luego, agarré un cuchillo y con su punta de cerca lo coloqué en su cuello, ella no se movía y tampoco mostraba emociones.
La punta de éste también me daba nervios ¿Me convertirá en homicida el matarla? ¿O será un suicidio? O peor, ¿Es ella la amenaza?
Debería parar, intentar convencerla de que se vaya, de que no vuelva, que vuelva a ser el espejismo que tenía frente a mis ojos todos los días, no una copia de mi andante.
No sabía qué hacer, tomé un sorbo del agua helada de la heladera. Ella ya no me miraba, era como si no existiera, o ella fuera un muñeco sin vida.
Fui a buscar mi teléfono, pensé que a lo mejor podría llamar a alguien, ¿Soy la única que tiene un doble que salió del espejo?
Me empezó a doler la cabeza, no sé si era por el estrés, o porque todo era una ilusión. Imagino yo, deseaba que fuera una.
Marqué el número de mi hermano, cuando le conté, pensaba que estaba alucinando.
Me senté sobre el sillón e intenté hablarle a ella, pero ni una palabra decía. Me sorprendió cuando agarró un vaso de agua y lo empezó a beber, luego de eso me dijo algo:
-Debería limpiar el espejo, el reflejo se ve algo mal -.
Palabras, palabras perturbadoras, que resonaban en mi cabeza como si tuviera eco, no pude, es cierto, porque el espejismo me ganó o…
¿La realidad ganó al espejismo?
 Es triste pensar que nunca podré salir de aquí, de esta dimensión que nos encierra en una caja de cristal. 


 Abril Montañez

Más Doppelgängers

Dormía ensangrentada sobre el sillón ensuciando el tapizado y sus años: sin pistola y sin pastillas, nosotras con el brazo pinchado.
Y aunque tuviera el vomito atascado en la garganta y sin poder respirar, la idea de que aquel cuerpo despellejado que descansaba en la butaca era mío me fascinaba.
La había conocido una noche atrás, cuando no me percaté de que me estaba siguiendo por todo Corrientes; para cuando me quise dar cuenta estaba sentada a mi lado en el subte. No le miré la cara en ningún momento, ni siquiera cuando me alcanzó un libro que se me había caído, ni para decirle gracias. No quería verle la cara ni acordarme de como era, ni pensar en ella más tarde, ni tenerla en sueños, ni en la cabeza. Porque tenía miedo de que todavía fuera a seguirme.
Estuve a punto de decirle algo cuando al bajarnos del subte —juntas, parecía que paseábamos en compañía de la otra— en nuestra estación y encender un cigarrillo en el mismo instante, cuando el viento de la noche nos golpeó el rostro, pero al girarme sobre mis pies y casi gritarle que me dejara de seguir ahí estaba: era yo. Casi como si mi sombra, revelándose contra la luz de las lámparas y el obedecer a mis exactos movimientos, personificándose en el mundo de los mortales ante mi, me hubiera seguido por todo el centro.
Tenía la cara pálida del horror y sentí arcadas por el miedo que me provocaba mirarme en ese espejo de carne. Carne y huesos, y sangre que se paseaba entre ellos. Mi sangre probablemente, igual a la que tengo yo, que también se pasea y me hace marear. 
No podía creer como es que la gente no la había mirado con espanto, o tal vez asombro. Nadie parecía verse incomodado por nuestra presencia, o por la suya quizás.
Era yo, no había duda de eso, pero no ahora. Mi pelo corto y uñas comidas, largos se veían ahí, en frente mío. Los ojos limpios, la mirada fija y sin vueltas, no estaba perdida; no le sangraba la nariz ni le dolía los nudillos, no tosía, la boca no le colgaba abierta y sus dientes seguían blancos, comía. Las manos calientes, los dedos ágiles. No era yo, era ella, y aún así aunque no lo quisiera eramos nosotras. Fue como un puño en el estomago que me dejó sin aire y con los ojos llenos de lágrimas.
Quise decir algo pero no sabía qué: preguntarle qué hacía acá, qué quería. Tal vez por qué me había seguido, pero su casa es mi casa, es nuestra porque es mía, porque ahí vivo yo, y ahí vive ella. Preguntarle si me conoce iba a ser confuso, era quizás el reflejo del espejo que cuelga en el baño quien logró escapar. Supuse que tampoco iba a contestarme, aunque quisiera hablarle iba a quedarse callada, como haría yo.
No sabía por qué la veía pero no quería que me sonriera más, ni que me mirara como me estaba mirando, quería que se fuera, que nos fuéramos las dos.
Y así con las piernas temblando y el cigarrillo tambalenadose entre mis labios seguí caminando, hasta llegar a la puerta e intentar abrirla. Pero cuando la llave no encajaba con la cerradura y ninguna otra tampoco, empujó mi brazo con fuerza y en menos de dos segundo las puerta rechinaba y se abría en lo que parecía casi cámara lenta, como una tortura.
Tuve que dejarla pasar. Se sacó las botas (iguales a las mías) y las dejó donde siempre, esta vez había dos pares. Se sentó en el sillón con los brazos cruzados, cerró los ojos y parecía que iba a quedarse dormida. Pensé en unos segundos abrumada por el miedo en deshacerme de ella de la forma que sea, pero no podía, no tenía un por qué: y otra vez no sabía qué hacer —tampoco fue como si antes se me hubiera ocurrido algo. La impotencia me no me dejó razonar más, no tuve más remedio que largarme a llorar.
La cabeza me dolía y no podía dejar de pensar en mi caja, en subir agarrarla y cerrar los ojos, que me pesaran los papados otra vez y dormirme de costado.
La miré con cuidado por un rato, quería dejar de discutir con mi subconsciente la posibilidad de que no fuera, era imposible. Quería dejar de intentar explicarlo. Quien respiraba tranquilamente sobre el sillón era mi yo de hacía solo unos meses, la piel brillante sin moretones en los brazos y fuerza en los parpados, para quedarse despierta. Sin necesitarla.
Sentada en el piso de la cocina con la cara húmeda y la sien palpitante decidí que dejarla sola, tal vez, era lo mejor. Dejarla sola descansando sobre el sofá y dejarla para siempre, dejarla definitivamente, sin mi. No había podido siquiera tener una conversación con ella pero tampoco quería, iba a sentir el mismo cosquillo debajo de los ojos y las mejillas arder. Me había vuelto a morder las uñas y escuchaba las yemas inflamadas latir.
A pesar de todo el ruido que cause al intentar levantarme no parecía molestarla en lo más mínimo, no se movió. Corriendo saqué un cuchillo del lavamanos y no importaba lo sucio que estuviera, quería dejarla en paz otra vez.
Juguetee con la navaja hasta que me la posé en el cuello y me acaricié la garganta, tragar me picaba. Me rasqué con la punta afilada y no pude evitar soltar un suspiro, casi susurrando. Hasta que quise cortarme y volver a llorar.
En ese momento me di cuenta de que no podía. Si se queda sola quién le va a decir, pensé, quién le va a pedir que pare. Con carcajadas ahogadas en un vaso de llanto y el filo punzante en el cuello, aunque no me lastimara ardía en la piel. Me quemaba y me prendí fuego, pero no me morí; ni me dolía cuando tanta fuerza me cortaba y empezaba a sangrar, seguía riéndome.
Desde lejos podía escuchar el silencio absoluto de la casa y su respiración corrompiendo mis pensamientos. El solo pensar en que una de las dos seguía ahí me desesperaba hasta el punto de clavarme las uñas en las piernas, y morder con fuerza el delgado aire.
Subí las escaleras a la velocidad que mi pies me permitieron, y con desesperación entré a mi habitación para esconderme debajo de la cama, sabiendo que la iba a encontrar y que estaba por sentirme mejor. Estiré la mano sin mirar y cuando el plastico de la caja chocó con mis dedos rápidamente me aferré a ella, abrazándola, deseando estar dormida. Hasta que el olor a humedad me inundó la nariz. Cuando sentí el crujir de mis huesos y el gusto a plata en la boca, pegajosa con la lengua y las muelas, bajé al living donde Ella todavía se encontraba dormida, donde yo dormía.
Ya no me dolía esa molesta picazón, que duraba unos segundos, solo me causaba cosquillas. Cada vez que lo veía me daban ganas de reír por lo fácil que era, y lo difícil que me había resultado las primera veces. Sonreí y tragué en seco, echando la cabeza para atrás. Sentía como se hinchaban las venas y como los oídos, ambos a la vez me dejaban sorda, el pitido arrancándome el pelo.
No vi nada por unos minutos pero no me desesperé. Cuando abrí los ojos la luz me dañaba la vista y escuchaba gritos desde el fondo del cráneo. Me acerqué lentamente a Ella, a la otra yo, que lloraba en sueños y sollozaba sin despegar los parpados con la cara roja.
Pude quedarme parada frente al reflejo por unos minutos, que seguía quejándose sin mirarme, y aunque sus gritos ya no retumbaban en mis orejas, le coloqué las manos en el cuello con una fuerza que nacía desde la boca del estómago y lo profundo de la garganta, un grito desesperado interrumpido por un golpe. No la controlaba, tampoco entendía lo que estaba pasando, porque cuando finalmente me miró a los ojos, grandes y sobresalidos, agarrándome las muñecas me pidió que siguiera, y yo le dije que íbamos a estar bien, que esperara. Todavía apretando sin saber, hasta que dejó de rasguñarme los brazos.
Y estaba ahí, tirada. Muerta y aún así su paz no me tranquilizaba. No podía ser yo. Miré el cuchillo sucio con sangre y grasa, y lo pensé. Tenía que volver a ser ella, yo misma, volver a ser ella para no tener miedo de despertarme temblando.
Con la sonrisa manchada y el asco que me volaba en la cabeza, las arcadas impidiéndome ver lo que hacía, cortando diagonalmente en el charco bordó para tener mi traje listo y volver a ser, volver a existir.

 Dolores García. 


Primeras producciones: Doppelgängers

  Estoy harto. Me aburro. No me acuerdo la última vez que vi la luz del sol o la cara de un amigo. Desde que lo conocí a él tengo la vida que cualquier friki de mierda querría; no salgo de casa, me preparan la comida, me la paso jugando videojuegos o viendo series, no tengo que trabajar, etc. Pero después de casi 3 años, me acabo de dar cuenta que necesito volver a mi vida anterior. Pero, ¿cómo?
   Ahora se estarán preguntando quién es él. Pues soy yo, digo, ¿no?, ¿o sí? No sé, para algunos soy yo pero no lo soy, estoy seguro, creo. En resumen que es idéntico a mí, tanto físicamente como en preferencias artísticas, culinarias, etc. Es como un clon mío y ya está. Me lo encontré un día cualquiera en la calle. Recuerdo que me paré en seco (él no, casi no le preocupó) y me quedé mirándolo como 10 minutos. ¿Cómo reaccionarían ustedes si estuviesen caminando y de la nada ven a alguien 100% idéntico a ustedes? (Me dan igual sus respuestas, nunca las voy a saber ni me importan pero queda mejor preguntarlo). Yo lo invité a comer y le pedí que eligiera lugar. Eligió casualmente mi lugar favorito, el “El  vaquero estufero de la puerca” donde venden las mejores pastas del mundo. Hablamos por una hora, él no tenía casa propia y parecía muy inocente por sus comportamientos y formas de hablar. Pensé que me podía aprovechar de él para que hiciese todo lo que mi me daba paja o no me gustaba a cambio de vivir en mi casa, hasta el punto en que le cedí toda mi vida. Mi trabajo, mis amigos, mi familia. Viví feliz, tranquilo y cómodo por muchos meses sin preocuparme de nada, lo que cualquiera quisiera. Y eso es lo que necesitan saber.
  Total, que ahora siento la necesidad de volver a salir y ver a mis conocidos. Pero, ¿cómo? Pasó mucho tiempo. No sé que habrán hecho él y ellos, que nuevos vínculos habrán surgido en mi ausencia. Pensé en eso por muchos días y en qué debería hacer, pero no di con la respuesta. Hasta que finalmente caí. Si el problema surgió con su aparición se solucionaría con su desaparición permanente. Esa noche preparé yo la comida (fideos con salsa, no sé hacer nada más) y esperé a que se durmiera. No tuve que esperar mucho.
  Esa tarde había afilado al elegido, todo estaba listo. Me acerqué sigilosamente a donde se había acostado y en menos de 10 nanosegundos ya le había cortado el cuello. Eso era suficiente pero para asegurarme le corte también las muñecas. Puse el cuerpo en una bolsa de consorcio y la tire en el rio cerca de mi casa a una hora segura.
   Al día siguiente me levanté temprano y me prepare para ir al trabajo después de 2 años y 7 meses. Fue raro pero me sentía emocionado. Hasta que llegué a la oficina todo fue y se sintió como siempre se había sentido. El problema fue al llegar a la oficina.
   Habían cambiado la fachada del edificio (para mal en mi opinión) y me costó encontrarlo. Dentro me saludé con todos los que habían sido mis compañeros años atrás y que lo volverían a ser. Hasta ahí todo bien pero cuando llegué a mi escritorio, vi que todo había cambiado. La mesa tenía una rara tecnología integrada que no supe para que era y la computadora no era nada parecido a algo que hubiese visto antes. Ni siquiera tenía Windows. Intenté usarla pero no hice nada bien, incluso borré archivos que parecían importantes. Cuando terminé mi turno me dirigí a un café donde se suponía que él se encontraría con mis amigos.
   Al llegar no los reconocí. Todos habían cambiado tanto físicamente que parecían otras personas, tuvieron que venir ellos a saludarme y guiarme. No pude participar en ninguna conversación. No entendía nada a lo que se referían, así que solo me limite a decir sí o no.
   Así fue por varios días hasta que no pude soportar más el cambio. Solo quería volver a mi vida anterior, que todo volviese a ser como antes, pero no fue lo que esperaba y encima me tuve que matar, digo, matar a una persona para conseguirlo. Así que creí que la mejor forma de terminar esto era hacerme compañía en el agua. Y aquí estoy. Desnudo con 5° C, al lado del rio. Listo para lo que sea. Si sale mal no se qué haré pero si todo sale bien nos veremos en el Valhalla. 


Nico Pérez Casalla. 

lunes, 30 de octubre de 2017

Ahora vamos por Vonnegut, ¿Lo conocés?

Matadero Cinco catapultó a Kurt Vonnegut como uno de los grandes ídolos de la juventud norteamericana y se convirtió de inmediato en un clásico de la literatura contemporánea. Una historia amarga, conmovedora y a la vez divertidísima, de la inocencia confrontada con el apocalipsis, «una novela con ribetes esquizofrénico-telegráficos», en palabras de su autor. Kurt Vonnegut fue hecho prisionero en la Segunda Guerra Mundial y se encontraba en Dresde cuando esta ciudad fue bombardeada y arrasada por la aviación norteamericana; este hecho le marcó profundamente y decidió escribir un libro en torno a ese tema: Matadero Cinco. La historia de un superviviente de la matanza que, muchos años más tarde, es raptado y transportado al planeta Trafalmadore es una de las muchas tramas que se entrecruzan en una obra profundamente innovadora, en la que resplandecen cegadoras metáforas de la nueva era y en la que los pasajes de ciencia-ficción funcionan a la manera de los payasos de Shakespeare

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¿A dónde van las almas? Fotografía e inmortalidad

Fotografía, cine e inmortalidad

FOTOGRAFÍA POST MÓRTEM: LAS FOTOGRAFÍAS DE LOS MUERTOS.

La fotografía post mórtem, también conocida como fotografía de difuntos, memento mori o retrato memorial, fue una práctica fotográfica habitual durante el buena parte del siglo XIX y principios del siglo XX. Esta práctica consistía en vestir el cadáver de un difunto con sus ropas personales y fotografiarlo en un último retrato grupal junto a sus familiares, amigos o compañeros, o bien en solitario. Para entender este tipo de retratos -que en la actualidad a menudo son considerados como morbosos o, incluso, de mal gusto-, hay que comprender el momento histórico en que fueron realizados y el significado solemne que estas fotografías tenían entre los parientes más cercanos del fallecido, ya que éste, a menudo, se convertiría en el único recuerdo visual que dispondría la familia del fallecido y que permanecería entre ellos, en una época en la que, en el mejor de los casos, cada familia disponía tan sólo de unos pocos retratos o fotografías, o no tenía ninguno en absoluto hasta la muerte del difunto.

EL NACIMIENTO DE LA FOTOGRAFÍA POST MÓRTEM

Con la invención del daguerrotipo, el 19 de agosto de 1839, en parís, Francia, la práctica del retrato se convirtió en algo mucho más común, ya que muchas de las personas que no podían permitirse el lujo de pagar la comisión de un retrato pintado a mano, podían, al menos, gracias a este invento, permitirse el lujo de hacerse una sesión fotográfica que inmortalizase su imagen, proporcionando, a su vez, un medio para recordar a sus seres fallecidos más cercanos. Así pues, la fotografía de difuntos o fotografía post mórtem se inició poco después del nacimiento de la fotografía, extendiéndose rápidamente hacia otros países.
Para entender la fotografía post mórtem, hay que situarse y entender el contexto histórico en que este tipo de retratos se realizan: una época en que la muerte era algo más familiar, ya que a menudo ocurría en el seno de la misma familia y el muerto moría rodeado de los suyos, y en la que un retrato era considerado algo excepcional, al contrario que hoy en día, en que éstos abundan incluso para la cosa más intrascendental. Las fotografías post mórtem servían como recuerdos para recordar al difunto. Esto era muy común, especialmente, en el caso de bebés y niños de corta edad, ya que las tasas de mortalidad infantil en la esos tiempos eran muy altos.

http://2.bp.blogspot.com/-GxIzl3xd_Yw/UpPLEBUxKrI/AAAAAAAAKv4/uILN5DtMpUk/s1600/foto+post+mortem+008.jpg post mortem

Hermanos Lumière

Aunque se toma como fecha del nacimiento del cine el 28 de diciembre de 1895, cuando los hermanos Louis y Auguste Lumière ofrecen la primera exhibición pública de su cinematógrafo, se sabe que en esas fechas otros muchos pioneros ya estaban proyectando también imágenes por otros sistemas que quizás todavía no tenían la perfección del francés, pero que buscaban el mismo objetivo. Los precursores fueron básicamente fotógrafos que disponían de una mínima infraestructura para poder procesar en sus laboratorios las imágenes obtenidas. La primera proyección de los Lumière se ofreció en el conocido Salon Indien del Gran Café, situado en el número 14 del Boulevard des Capucines parisino. Los despistados que se dejaron atraer por el cartel del espectáculo fueron más notorios que aquellos que habían recibido una invitación personal de los Lumière.
https://www.biografiasyvidas.com/monografia/lumiere/fotos/hermanos_lumiere340a.jpg
Los hermanos Lumière
Para hacerse una cabal idea de la impresión recibida por el público es preciso situarse en ese mundo de hace más de un siglo, en el que no existía la imagen en movimiento. Grabados, cuadros, fotografías: reproducir el mundo significaba detenerlo, convertirlo en algo inmóvil, en el recuerdo de un gesto. La estampa otoñal de una calle, un grupo familiar frente a un plácido jardín burgués, un vacío atardecer de estío al borde del mar. Tan sólo cincuenta años antes el hombre había aprendido a reproducir mecánicamente la realidad tal y como la vemos mediante fotografías. El nacimiento de la fotografía había constituido una verdadera revolución para los ojos de la humanidad: lo que una persona había visto en un país muy lejano lo podía ver otra, con absoluta precisión y exactitud, sin necesidad de moverse de su hogar.
El 28 de diciembre de 1895 los hermanos Lumière dieron un paso más. En aquella lujosa avenida de la capital francesa se concentraba esa tarde un pequeño grupo de gente ante la puerta de un local en el que se anunciaba la presentación de un nuevo invento. Su escueto anuncio decía: "Cinematógrafo Lumière. Entrada 1 franco". De entre todos los paseantes, treinta y tres fueron las personas que se dejaron arrastrar por el enigmático cartel. Cuando se sentaron en la sala (unos antiguos billares llenos de asientos, presididos por un mudo rectángulo de tela blanca), se apagaron las luces. Algo ronroneó en el silencio, y apareció una imagen en la tela. Una proyección. La vacilante imagen de una estación de tren.
Por unos breves instantes, nada de lo visto resultó innovador a los ojos de la audiencia: en los últimos años ya se conocían linternas mágicas capaces de proyectar fotografías en las paredes. Pero esta magia nueva escondía otra magia. De repente, ante los ojos atónitos del público, todas las figuras que poblaban la estación no solamente temblaban en la blancura de la pantalla, sino que también se movían. Aquellas figuras fotografiadas miraban a izquierda y derecha esperando la llegada del tren. Llegó entonces el momento cumbre. Del fondo de la imagen surgió una locomotora, avanzando lentamente en dirección a los presentes. Eso ya era demasiado: algunos de ellos, realmente asustados, saltaron de sus asientos y se precipitaron hacia la salida. No volvieron a ellos hasta que se les garantizó que la locomotora se había detenido en la estación. La impresión de realidad de aquellas breves imágenes había sido tan fuerte que salieron del local presos de una nueva excitación: habían asistido al nacimiento de algo nunca visto, un espectáculo singular que no ha dejado de fascinar a sus seguidores desde el mismo día de su nacimiento. Pronto corrió por todo París la noticia, y el Salon Indien se quedó pequeño.
(…)
(Fragmento de Biografías y vidas, la enciclopedia biográfica en línea)

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CIENTÍFICO RUSO FOTOGRAFÍA CÓMO SALE EL 'ALMA' DEL CUERPO
Jueves 03 de Diciembre, 2015

La polémica fotografía Kirlian que mostraría el momento que el alma sale del cuerpo
La imagen que ilustra esta nota está provocando polémica en medios científicos. Según la edición rusa de la revista LIFE (Life.ru) mostraría el momento exacto de la separación del cuerpo astral abandonando el cuerpo físico. Fue tomada por el científico ruso Konstantin Korotkov mediante el un método de visualización de descarga de gas, una técnica avanzada de fotografía Kirilian que muestra la energía vital de la persona dejando su cuerpo gradualmente.
Korotkov, es director adjunto del Instituto de Investigación de San Petersburgo y una autoridad de renombre mundial en fotografía Kirlian. de acuerdo a sus estudios, el ombligo y la cabeza son las partes que primero pierden su energía vital, y el sexo y el corazón son las últimas áreas en desprenderse antes de la muerte.
La fotografía Kirlian toma su nombre del electricista soviético Semyon Kirlian, que descubrió el proceso en 1939. Fue objeto de una amplia investigación en la década de 1970 en la extinta Unión Soviética y es concebida comúnmente como la fotografiar del aura de un objeto animado o inanimado. De acuerdo con un sitio web asociado a Korotkov, la imagen "confirma observaciones anteriores... que el resplandor electro-fotónico estimulado alrededor de los dedos humanos contenía información asombrosamente coherente y completa sobre el estado humano - tanto fisiológicos y psicológicos." En otras palabras, la técnica GDV, que se desarrolló a finales de 1990, se puede utilizar con fines de diagnóstico y evaluación.
Korotkov ha tomado fotografías GDV de una persona como se estaba muriendo. En las fotos, puede verse que la zona de la barriga perdió su fuerza vital (pretendidamente el alma) en primer lugar, seguido por la cabeza. El corazón y la ingle fueron los últimos en perder su "energía".
Los escépticos aseguran que las imágenes corresponden en realidad, no al momento del fallecimiento, sino al proceso de enfriamiento de un cuerpo tras salir de una sauna.
Consigna de escritura:
A lo largo de los siglos, los hombres y las mujeres han intentado “capturar” la memoria de aquellxs que lxs rodeaban. De una forma u otra, siempre se trató de un juego a contrarreloj, una batalla contra el tiempo y con el deseo puesto  en la inmortalidad del cuerpo, la voz, el movimiento (aunque sólo fuese en imágenes.)
Imaginemos que fuimos parte de la invención de Morel, que fuimos capturadxs en nuestra esencia pura por su maquinaria y, ahora, inmortales, solxs y casi lejanos, deambulamos por un mundo moderno, demasiado moderno. ¿Qué nos sucedería? ¿Intentaríamos buscar modos de hacernos visibles? ¿Qué sucedería si nos enamorásemos?
Escribí un relato contándolo.

*Más fuentes de inspiración*
Recomiendo leer:
-“Las babas del diablo” Julio Cortázar.
-“Un viaje inseperado” A. B. Casares
-La isla del Dr Moreau,  H.G. Wells.
Recomiendo ver:
-La isla siniestra, Martin Scorsese
- Blow-Up (Deseo de una mañana de verano) Michelangelo Antonioni

De náufragos y visiones. Seguimos leyendo a Bioy, seguimos imaginando...

Diario de diez náufragos

Marinos que bebieron sangre de peces o comieron carne humana para no morir en el mar
Vicente Fernández - 23/02/2015

Los supervivientes de La Invencible

Mucho se ha escrito sobre el desastre de la Armada Invencible en 1588. Pero ¿qué ocurrió con sus náufragos? La flota española tuvo que regresar a la patria bordeando las costas de Escocia e Irlanda. La falta de agua potable obligó a los españoles a arrojar al mar todos sus caballos. Pese a ello, las reservas de líquido se pudrieron y tres mil marineros enfermaron. Un temporal acabó de precipitar la tragedia y un centenar de barcos se estrellaron contra los acantilados irlandeses. La mayoría de sus tripulantes se ahogaron en el mar helado, pero uno de los que vivieron para contarlo fue el capitán Francisco de Cuéllar. Y al llegar a la costa, descubrió con horror que de los árboles cercanos colgaban extraños frutos: racimos de españoles ahorcados por los ingleses. Cuéllar tuvo la fortuna de ser acogido por dos mujeres de un clan irlandés rebelde, que le escondieron durante meses en su mísera cabaña, le vistieron con pieles de cabra y le alimentaron con raíces y nabos.
Las peripecias vividas por auténticos náufragos superan cualquier trama novelesca. Son historias de una dureza extrema, entre las que abundan los casos de hombres impelidos al canibalismo y al vampirismo con tal de poder sobrevivir. Pero también hubo otros personajes que, gracias a su preparación e ingenio, lograron salvarse sin caer en tales excesos, lo que les convirtió en auténticas leyendas del océano.
La furia del mar

¿Quién fue el primer náufrago de la Historia? Es imposible responder a esa pregunta, pero en las crónicas abundan numerosos testimonios escritos que relatan aterradores naufragios, como el que vivió el religioso español Fray Bartolomé de las Casas en 1554, cuando se hundió el galeón que le llevaba a Santo Domingo. “El navío tropezó con una piedra o isleta que no vio, y abriose por medio”, cuenta el fraile. “Algunos asiéronse a las tablas que hallaron cerca de sí. Destos acaeció que un padre y un hijo tomaron juntos una misma tabla y no era tan larga y capaz que por ella los dos pudieran escapar. Y dijo el padre al hijo: Hijo, sálvate tú con la bendición de Dios y déjame a mí, que soy un viejo, ahogar”.
Por entonces, cuando un barco se hundía, la única forma de salvarse era en balsa o chalupa. Luego, los supervivientes quedaban a la deriva, a merced de la providencia. Porque, hasta la invención de la radio, las posibilidades de ser rescatados eran muy remotas.
Fieras desesperadas

Tras pasar días, o incluso semanas, abandonados en la inmensidad del mar, muchos de esos supervivientes recurrieron al remedio más extremo para combatir el hambre y la sed: el canibalismo. Fue el fruto de la desesperación, que es el peor enemigo de los náufragos. A esta conclusión llegó el médico francés Alain Bombard, quien, en 1950, tras estudiar los casos de varios marineros que habían quedado a la deriva, observó que la mayoría había muerto hacia el tercer día. El hombre resiste más tiempo sin comer o beber; por tanto, no era la sed y el hambre lo que les había matado, sino, según él, la ignorancia… El desconocimiento de que el océano puede ser una despensa que, con suerte y habilidad, nos proporcione el alimento y el agua necesarios para sobrevivir.
Y esa ignorancia y esa desesperación están presentes en la aterradora historia del Essex, navío británico hundido en 1821. Los veinte supervivientes que flotaban en los botes salvavidas se negaron a dirigirse a la tierra más cercana, las islas Marquesas, por temor a los indígenas antropófagos, e iniciaron una travesía de cinco mil kilómetros para tratar de llegar a América del Sur. Tres meses después, un barco rescató a los ocho únicos supervivientes.
Habían devorado los restos de sus compañeros muertos, parecían haber enloquecido y se comportaban como fieras temerosas de que los recién llegados pudieran arrebatarles sus reservas de carne humana. En definitiva, se transformaron en los mismos indígenas antropófagos que tanto temor les inspiraban.
Pero, ¿habrían tenido otra salida? Sí. El caso de Steve Callahan es diametralmente opuesto a la historia anterior. El balandro de este norteamericano se fue a pique en 1982, en el Atlántico. Callahan se salvó en un bote inflable, aunque sin tiempo para mandar un SOS, ni de recoger víveres, ni agua. Consciente de que nadie iba a salir en su búsqueda, se dispuso a luchar. Su necesidad más inminente era calmar la sed. Pero, ¿cómo buscar agua dulce en medio de un océano con millones de litros de agua salada?
Gotas de oro líquido

Callahan fabricó un arpón con un cortaplumas y el palo de uno de los remos y, tras varios intentos desesperados, cazó una tortuga marina. Además de carne, el quelonio le proporcionó el remedio para saciar su sed. Le seccionó la garganta y bebió su sangre sin coagular. También consiguió agua de los peces que capturaba, ya que, abriendo la espina dorsal del pescado cerca de la cola, se obtiene una columna que contiene un líquido cefalorraquídeo de sabor dulce que puede beberse. Y con trucos como estos logró sobrevivir setenta y seis días perdido en la inmensidad del océano. ¿Parecen muchos?
Marilyn y Maurice Bailey, un matrimonio que, en 1973, quedó a la deriva en el Pacífico tras hundirse el yate en que viajaban con sus hijos, aguantaron 117 días. Aunque lograron llevar al bote salvavidas varios bidones de agua, el líquido acabó pudriéndose. ¿Qué hacer entonces? Marilyn, que era enfermera, recurrió a una medida extrema. Con un tubo de goma, fabricó unos enemas, con los que ella y su familia absorbieron el agua por el recto. En esa parte del organismo existe una membrana natural (la misma que seca nuestras heces) que sirve para filtrar el agua. Sus cuerpos absorbieron el líquido y evitaron la deshidratación.
Pescar es el medio más lógico para conseguir comida en medio del océano. Pero no siempre es el hombre quien consigue alimento en el mar, ya que sobre los náufragos acecha siempre la amenaza de un peligro mortal: los tiburones. Existen numerosas crónicas que relatan las espantosas muertes de marineros por los escualos. Una de ellas pertenece al conquistador español Bernal Díaz del Castillo, quien describió un naufragio frente a las costas del Yucatán en 1579. En el casco de la nave se abrió una vía de agua y, para evitar que la nao se hundiera, los marinos soltaron lastre: arrojaron al agua parte de su carga, incluidas sus reservas de carne. “Echaron mucho tocino al mar y otras cosas que traían para matalotaje (nombre que los marineros dan a las provisiones). Y cargaron tantos tiburones a los tocinos, que a dos marineros que cayeron al agua los despedazaron y se los tragaron”.
Más cercana en el tiempo, pero igualmente estremecedora, fue la odisea del Albatross, un buque escuela estadounidense que, en 1960, se fue a pique en el Caribe. El capitán y los cadetes se salvaron en los botes, pero la sangre de algunos de los chicos heridos atrajo a docenas de escualos que, durante dos días, acecharon las embarcaciones. Muy excitados por el olor de la sangre, los tiburones embistieron los botes con sus hocicos, para hacerlos volcar, y algunos llegaron a saltar y a meterse literalmente dentro de las barcas. Los muchachos se defendieron golpeando a los animales con los remos e incluso con sus puños desnudos. Fue una lucha encarnizada en la que cuatro de los chicos acabaron despedazados.
Tierra a la vista

El mayor deseo de todo náufrago es divisar la costa cuanto antes. Pero, en algunos casos especialmente trágicos, tierra no es sinónimo de salvación. Lo comprobaron con horror los veintidós tripulantes del Mary-Jeanne, un ferry que se hundió en 1978 en aguas africanas.
Tras pasar más de quince días a la deriva, aquellos desdichados vieron cómo la corriente les iba acercando por fin a tierra. Llegaron incluso a vislumbrar las palmeras y algunas chozas de los indígenas. Pero, de improviso, otra corriente traicionera e inesperada les arrancó de su ruta y les alejó de la costa. Demasiado debilitados para nadar o gritar, contemplaron desesperados cómo el destino les conducía a una muerte segura. Cinco días después les encontró un barco italiano; sólo dos de ellos seguían con vida.
Pero, aun llegando a tierra, la supervivencia no es sencilla. Lo demuestra la odisea del español Alvar Núñez Cabeza de Vaca, un legendario explorador que, en 1527, sobrevivió junto a trescientos hombres al naufragio de su flota frente a las costas de Florida.
La única posibilidad de salvación para aquellos aventureros era recorrer a pie aquel territorio inexplorado hasta encontrar algún asentamiento español. El problema es que no había ninguno en miles de kilómetros.
El conquistador y sus hombres recorrieron toda la Florida y llegaron hasta Texas. A cada paso, aquel numeroso grupo iba siendo diezmado por las fiebres y las luchas con los indios hostiles, hasta que la tropa quedó reducida a sólo cuatro hombres: el propio Cabeza de Vaca, otros dos españoles, llamados Alonso del Castillo y Andrés Dorantes, y el esclavo negro Estebanico.
Descalzos y casi desnudos, los cuatro fugitivos cruzaron los desiertos del suroeste americano. Se alimentaban de lagartos, que despellejaban con sus manos, y de los gusanos que anidaban en la carne de los animales muertos. El propio Cabeza de Vaca relató su penosa marcha de la siguiente manera: “Por toda aquella tierra anduvimos desnudos, y como no estábamos acostumbrados a ello, a manera de las serpientes mudábamos los cueros dos veces al año. Y nos corría por muchas partes la sangre, de las espinas, piedras y matas con que tropezábamos”.
Un chamán con la piel blanca
La extrema odisea alcanzó su punto culminante cuando el explorador y sus compañeros fueron capturados por los apaches. Y se salvaron de la muerte gracias a que Cabeza de Vaca demostró unas inesperadas cualidades chamánicas. Un joven de la tribu estaba herido por una flecha y el español, sin ningún conocimiento de medicina, se ofreció a curarle. Con un cuchillo le abrió la carne y extrajo la punta del proyectil. Afortunadamente, el paciente sobrevivió a la herida y al inexperto cirujano; los indios, impresionados, llevaron al cautivo a ver a los demás enfermos de la tribu. “Por la noche nos traían a los hombres doloridos”, relató el aventurero, “y nosotros encomendábamos a Dios su curación, de tal fortuna que por la mañana parecían tan recios como si nunca hubieran enfermado”.

Aquellas curaciones supuestamente milagrosas convirtieron al español en un venerado chamán, hasta el punto de que el jefe apache Duljian le ofreció como esposa a su hija Amaria, con la que incluso tuvo dos hijos. Tras reemprender su camino, los españoles cruzaron el territorio protegidos por la aureola de poderoso curandero que rodeaba a su líder. Y así, los cuatro hombres avanzaron por Texas, Arizona y Nuevo México. Su asombrosa aventura finalizó al avistar un poblado español en territorio mexicano. Corría el año 1536; por tanto, Cabeza de Vaca y sus compañeros ha­bían pasado nada menos que nueve años vagando por aquellas desoladas tierras.
Me llamo Crusoe, Robinson Crusoe
Pero, probablemente, el náufrago más célebre de todos los tiempos sea el protagonista de Vida y extraordinarias y portensosas aventuras de Robinson Crusoe de York, navegante, la novela escrita por Daniel Defoe en 1719. Se trata de un héroe de ficción, pero para crearlo, el escritor se inspiró en un personaje real, el corsario escocés Alexander Selkirk, “víctima” de un castigo habitual entre piratas: ser marooned.
¿Y en que consistía? En ser abandonado en un arrecife con una pistola. Casi todos morían ahogados cuando subía la marea, pero muchos de esos desdichados preferían ahorrarse la agonía volándose la cabeza de un tiro. El caso de Selkirk fue diferente. En 1703, cuando formaba parte de la tripulación del buque corsario Cinque Ports, Selkirk, harto de pillajes y saqueos, pidió voluntariamente que le aplicaran dicho castigo. Su deseo le fue concedido, y le desembarcaron en la isla de Juan Fernández, a 600 km de la costa de Chile. Le entregaron dos mosquetes, pólvora, herramientas y cinco gatos, para que le hicieran compañía. Luego, el barco se hizo a la mar y Selkirk se dispuso a esperar la llegada de otra nave que le recogiera. Pero conforme pasaron las semanas, nuestro hombre comprendió que su espera iba a ser mucho más larga de lo que había imaginado.
Selkirk fijó su morada en una cueva, pero allí descubrió que no era el único habitante de la isla… Millares de ratas anidaban en las entrañas de las rocas y salían en plena noche para devorar a los intrusos; de hecho, incluso exterminaron a dos de los felinos.
Superado el pánico de los primeros meses, Selkirk construyó un refugio en otra zona de la isla, y poco a poco se convirtió en un hábil cazador; se alimentaba de la carne de cabras salvajes y de tortugas gigantes. Y cada noche encendía una gran hoguera en la playa, que servía de aviso para cualquier barco que pasara por el horizonte. Pero nadie veía su luz.
Fueron necesarios más de cuatro años para que un buque recalara en Juan Fernández. Cuando encontraron a Selkirk, el náufrago iba vestido con pieles y no hablaba, sino que rugía, a la vez que recelaba de los recién llegados. Parecía trastornado por la soledad, y tardó varios meses en volver a comportarse como un ser sociable.
El hereje del océano
Todas las historias que hemos narrado pertenecen a personas que protagonizaron epopeyas de supervivencia contra su voluntad. Pero, aunque parezca increíble, también han existido náufragos voluntarios. Y el más célebre de todos fue el médico francés Alain Bombard, quien, en 1951, se propuso demostrar que es posible atravesar el océano viviendo sólo de lo que se obtiene del mar.
Para ello, cruzó el Atlántico a bordo de la lancha neumática L’Hérétique. Partió de Las Palmas el 22 de octubre de 1952 y arribó a la costa americana en diciembre del mismo año.
Para calmar su sed llegó a ¡beber agua de mar! Consumir agua marina es muy peligroso, ya que su elevado contenido en sal altera la composición química de la sangre. En un principio, los riñones filtran y eliminan parte de ese exceso de sal, pero poco después, se atrofian por el exceso de actividad y a la persona le sobreviene la muerte por nefritis.
Pero Bombard pensó que si consumía sólo medio litro de agua marina al día, la cantidad de sal sería lo suficientemente pequeña como para que sus riñones la eliminasen sin un riesgo excesivo para su organismo. Gracias a ese ritmo de ingesta, la acumulación salina fue muy lenta y sus células pudieron asimilarla.
Pero tan terrible como la sed fue la soledad. La angustia de estar confinado en el reducido espacio de una lancha, unida al lentísimo discurrir de las horas y los mareos, hicieron que Bombard sufriera lo que los médicos llaman “síndrome del estrés del mar”.
Sus síntomas son náuseas y delirios, que producen visiones y empujan a algunos náufragos a arrojarse al mar para poner fin de una vez a su sufrimiento. Un cuadro aterrador que el aventurero describió después de forma muy expresiva: “Cuando estás a la deriva, la mitad del tiempo la pasas temiendo la muerte, y la otra mitad, deseándola”.
(Revista QUO)
Consigna de escritura:
A partir de la lectura de “La invención de Morel” y los casos aquí mencionados, ¿te animás a imaginar un “relato de un náufrago”? Buscá alguna  isla en el mapamundi, una chiquita y desconocida (o invéntate una) e imaginá cómo será desembarcar allí, qué te llevó hacia allí y cómo sobrevivirías (o no.)

*Más fuentes de inspiración*
Recomiendo leer:
-“Mensaje en una botella”, E. A. Poe
-“A la deriva”    Horacio Quiroga
Recomiendo ver:
-Primeros capítulos de  la serie LOST.
-“Camino hacia el dorado” (Warner)
-“La playa” (Danny Boyle, 2000)

La invención de Morel y el concepto del Doble, un clásico de la Ciencia Ficción

Doppelgänger
Doppelgänger es el vocablo alemán para definir el doble fantasmagórico de una persona viva. La palabra proviene de doppel, que significa «doble» y gänger: «andante». Su forma más antigua, acuñada por el novelista Jean Paul en 1796, es Doppeltgänger, 'el que camina al lado'.1 El término se utiliza para designar a cualquier doble de una persona, comúnmente en referencia al «gemelo malvado» o al fenómeno de la bilocación.
Los Doppelgänger aparecen en varias obras literarias de ciencia ficción y literatura fantástica, en las cuales son un tipo de metamorfo que imita a una persona o especie en particular por alguna razón, generalmente impresionante.
En la mitología y el folclore
En las leyendas nórdicas y germánicas, ver el propio Doppelgänger es un augurio de muerte. Un Doppelgänger visto por amigos o parientes de una persona puede a veces traer mala suerte, ser un mal augurio o una indicación de una enfermedad o un problema de salud inminentes. Según escribió el dramaturgo sueco Strindberg: «El que ve a su doble es que va a morir».
Para entender, un maestro:
Quizás uno de los mejores para darnos el sabor de lo que estamos hablando sea el escritor Edgar Allan Poe, quien en su cuento “William Wilson” nos ofrece uno de los más claros ejemplos de un doppelgänger, con el protagonista descubriendo, poco a poco, algo raro, empezando por la llegada a su colegio de…

“Las historias de doppelgänger toman muchas formas y ese es uno de sus atractivos, que son elásticas”, señala la autora de novelas de misterio
psicológicas Louise Welsh, y añade: “pero todas contienen a algo o alguien que de alguna manera eres tú”, haciendo énfasis en la última palabra.
Y eso, a menudo, es escalofriante.

Casos
Una de los casos más importantes fue la de una maestra de escuela que vivió durante el 1800. Emilie Sagée era una mujer francesa de 32 años de edad que trabajaba como maestra en lo que hoy en día es Letonia. Era una reconocida profesora en el lugar, pero un rumor empezó a extenderse por el pueblo sobre Emilie. Se comentaba que la Sra. Sagee tenía un doble que se materializaba y se desvanecía a la vista de sus alumnos.
Un día la Sra. Sagee estaba escribiendo en la pizarra, como de costumbre. De pronto, su doble exacto apareció a su lado mientras ella estaba escribiendo y reflejaba cada movimiento.
Un incidente en particular fue presenciado por toda la clase. El doppelganger de la Sra. Sagee apareció en una silla durante una clase, mientras que los estudiantes todavía podían ver a la Sra. Sagee trabajando afuera en el jardín. Unos estudiantes trataron de acercarse justo antes que desapareciera.
Muchos son los casos reportados sobre que nos indican que podría tratarse de un “Yo” del futuro.

Consigna de escritura:
A partir de la lectura de “Horacio Kalibang” y la información sobre “los dobles” pensá cómo sería la vida si encontraras al/ a la tuy@. ¿En qué situación se cruzarían? ¿Saldrías en su búsqueda o aparecería de pronto? ¿Sería un/a doble de carne y hueso o fantasmal? ¿Cuál sería tu reacción? ¿y la de ella/él?
*Más fuentes de inspiración*
Recomiendo leer:
-“William Wilson”, E. A. Poe
-“El otro” J.L. Borges
Recomiendo ver:
-“La doble vida de Verónica” Krzysztof Kieślowski. (Está en youtube)


Y arrancamos a leer con una grande argentino: BIOY CASARES.


Las mujeres también escribimos Ciencia Ficción, ¡y de la buena!

De Leia a Imperator Furiosa, las heroínas se hacen feministas

Las mujeres rompen moldes en la ciencia ficción

Tanto en la literatura como en el cine, el feminismo ha encontrado en la ciencia ficción un espacio perfecto donde superar los roles clásicos y crear personajes femeninos complejos: mujeres activas y conscientes, heroínas que cambian el mundo y son imperfectas. El subgénero se ha enriquecido desde que ellas también son sus creadoras, consumidoras y protagonistas.
Beatriz de Vera |  | 11 febrero 2017 08:00<p>Los clásicos personajes femeninos solían acompañar a un hombre en sus aventuras. Hoy la ciencia ficción dibuja nuevos personajes con identidades cada vez más independientes, como la princesa Leia e Imperator Furiosa. Ilustración: Cinta Arribas.</p>
Los clásicos personajes femeninos solían acompañar a un hombre en sus aventuras. Hoy la ciencia ficción dibuja nuevos personajes con identidades cada vez más independientes, como la princesa Leia e Imperator Furiosa. Ilustración: Cinta Arribas.
En la barra de un bar del oeste americano, un feligrés ebrio recita mecánicamente “una rosa es una rosa es una rosa...”. Los espectadores de la serie de HBO Westworld saben que es un robot. Al otro lado de la barra, el camarero, creador de este androide hiperrealista, explica que no ha podido resistirse a añadir a su código de identidad el gusto por los versos de Gertrude Stein, pese a que esta activista y poeta feminista no había nacido en la época que recrean sus ropas.
La ciencia ficción permite imaginar a la mujer fuera de una cultura patriarcal y cuestionar sus bases
El robot forma parte de una suerte de parque de atracciones cuyos visitantes dan rienda suelta a sus instintos más violentos: vestidos de época, pagan por pelearse, matar o violar a máquinas con apariencia humana y cada vez más conscientes de sí mismas.
Los versos de Stein destacan en una ficción cuya protagonista es una mujer y que pone en evidencia cómo la opresión acaba recayendo principalmente sobre el género femenino. Esta denuncia es uno de los pilares de la ciencia ficción feminista.
“El elemento común de este tipo de literatura es la intención de subvertir los estereotipos”, cuenta a Sinc Lola Robles, filóloga y escritora del libro En regiones extrañas: un mapa de la ciencia ficción, lo fantástico y lo maravilloso.
El feminismo ha encontrado en este subgénero un espacio perfecto para desarrollarse: “La ciencia ficción constituye el ámbito ideal para verter las visiones especulativas del futuro, así como para explorar toda una serie de posibilidades políticas y personales; proporciona la oportunidad de imaginar a la mujer fuera de una cultura patriarcal, lo que permite cuestionar sus componentes”, explican en su ensayo Desde las fronteras de la mente femenina la escritora Jen Green y la profesora de Literatura inglesa de la Universidad de Bristol (Reino Unido) Sarah Lefanu.

Poder, sexo y desastres ambientales

Sus temas centrales son las identidades de género, las relaciones de poder y los lazos humanos, especialmente la sexualidad. “En muchas de estas obras, la violencia y la esclavitud sexual dominan las relaciones. Hay cientos de ejemplos en la ciencia ficción feminista. Uno reciente es el libro Por último, el corazón, de Margaret Atwood, que cuenta la historia de una pareja que, para sobrevivir, acepta formar parte de un proyecto en el que deben vivir interrumpidamente en prisión fabricando muñecas sexuales que cuesta distinguir de un ser humano real”, afirma Alba Varela Las Heras, del colectivo Librería de Mujeres (Madrid).
Precisamente de Atwood es uno de los libros más conocidos con esta temática, El cuento de la criada (1985), que pese a su importancia “está descatalogado, como muchos otros clásicos de este género, por intereses editoriales. Incluso algunos libros de ciencia ficción de Doris Lessing, premio Nobel, son imposibles de encontrar en cualquier librería”, se lamenta Varela.
película el cuento de la doncella
Fotograma de la película ‘El cuento de la doncella’ (1990) de Volker Schlöndorff, basada en el libro de Margaret Atwood, una de las obras de ciencia ficción feminista más influyentes. La novela está descatalogada en español.
El relato de Atwood es una distopía en el que los desastres medioambientales han dejado infértiles a las mujeres burguesas, por lo que las criadas, una categoría inferior en la jerarquía social, son esclavas sexuales y reproductivas, cuya única función es concebir. La protagonista, Offred (cuyo nombre significa en inglés “que pertenece a Fred”), narra cómo las mujeres tienen prohibido hablar, leer o realizar cualquier otra actividad que las humanice. 
En ‘El cuento de la criada’ de Atwood las burguesas son infértiles y las criadas, esclavas reproductivas
La relación con el hábitat desempeña un papel importante en esta y otras obras de ciencia ficción feminista. “No tiene que ver con ningún vínculo especial entre la mujer y la naturaleza, pero una literatura que se preocupe de mirar alrededor y ver cuáles son los problemas de la sociedad no ignorará la opresión de la mujer ni el daño al medioambiente”, dice Robles.
“Que la ciencia ficción sea o no sea feminista no depende del género del autor, sino de lo que cuenta y del contexto en el que está escrito”, diceLaura Wieve, especialista en estudios culturales e ingleses de la Universidad de McCaster (Reino Unido).
Sin embargo, la filóloga Lola Robles cree que la presencia de autoras femeninas ha sido determinante para que una mirada feminista se cuele en un género cuyo consumo y producción durante la primera mitad del siglo XX fueron eminentemente masculinos y que reflejaba, sin denunciarlas, la desigualdad y el abuso sufridos por las mujeres.

Mujeres que ponen el mundo al revés

“No se puede decir que toda la literatura de ciencia ficción fuera machista intencionadamente, pero sí es cierto que seguía una inercia que recreaba sociedades estereotipadas, personajes femeninos ornamentales y planos e identidades rígidas”, opina Robles.
El auge de las escritoras de ciencia ficción tuvo lugar durante la segunda ola del feminismo, en los 60 y los 70, con una literatura que amplió su vocación puramente tecnológica para ocuparse de asuntos sociales y especulaciones sobre el futuro. En esta época se rescataron obras escritas a principios del siglo XX que son precursoras de este subgénero.
Uno de estos libros es Dellas, un mundo femenino, escrito por Charlotte Perkins Gilman en 1915, que cuenta la historia de un país donde no hay hombres, la sexualidad se ha abolido y las mujeres tienen hijos por partogénesis, una forma de reproducción en la que la segmentación del óvulo no precisa de fecundación. A este país llega una expedición de tres hombres que se enfrentan a una sociedad incomprensible a sus ojos.
metropolis
En ‘Metrópolis’ (1927), la película de Fritz Lang escrita por Thea Von Harbou, el frío robot del científico Rotwang suplanta la identidad de la bondadosa María para promover los disturbios y el descontento social. Imagen: UFA
Casi un siglo antes del libro de Perkins, en 1818, nacía la que muchos consideran la primera novela de ciencia ficción: Frankenstein o el moderno Prometeo. Aunque no pretende ser ninguna crítica a los roles de género, está escrita por una mujer, Mary Shelley.
También en el cine una mujer fue pionera: el guion de Metropolis  (1927), la película muda dirigida por Fritz Lang, lo escribió su mujer, Thea Von Harbou. En este caso, la dicotomía del estereotipo femenino es evidente: por un lado, María la virgen, la muchacha dulce que predica los buenos sentimientos y el amor; y, por el otro, el robot, su doble y su antítesis: una prostituta fría, destructora, despiadada.
El auge de las autoras de ciencia ficción tuvo lugar en los 60 y 70, con una literatura que empezó a especular con fantasías sociales
Ya en la década de los 70, una de las autoras que más destacó fue Ursula K. Le Guin, una de las dos únicas mujeres, junto a Andre Norton, galardonadas del título de Gran Maestro de la Asociación de Escritores de Ciencia Ficción de EE UU desde el año 1974.
Wieve señala como su obra más importante La mano izquierda de la oscuridad . La autora inventa una sociedad en la que la que el sexo de sus integrantes no determina su identidad. Son hermafroditas la mayoría del tiempo hasta el momento del celo en el que, para concebir, se vuelven indistintamente hombres o mujeres. Ante la mirada perpleja de un visitante masculino, como pasaba en Dellas, se muestra una sociedad que no responde al estándar y en la que se pueden escuchar frases como su famoso “El rey estaba embarazado”.
Hay más escritoras, recuerda Laura Wieve: Joanna Russ, con su novela sobre los roles de género El hombre hembra; Marge Piercy, autora de Él, Ella y Eso; y Nalo Hopkinson con Ladrón de Medianoche. En el panorama español, Robles destaca la novela Consecuencias naturales de Elia Barceló, una de las cinco únicas mujeres que han ganado el Premio Ignotus de relato fantástico de la Asociación Española de Fantasía y Ciencia Ficción desde 1991; así como Planeta hembra, de Gabriela Bustelo.

Protagonistas y premiadas

Para la experta, las nuevas autoras como María Angulo, Sofía Rhei o Susana Vallejo, que aparecen en las antologías de 2014 y 2016 Alucinadas, ya tienen interiorizado el feminismo. “No solo por lo que escriben, sino por lo que muestran de sí mismas en las redes sociales. Ahora mismo, es imposible disociar a una autora de su perfil en internet”.
Hoy las mujeres se reivindican como autoras y cobran visibilidad. En 2016, en la 74ª edición de los Premios Hugo –los decanos de la ciencia ficción en EE UU–, las más premiadas resultaron ellas; la novela ganadora fue La quinta estación, de N.K. Jemisin. Pero la falta de reconocimiento ha sido tradición en el pasado. No solo han estado infrarrepresentadas en los premios y certámenes, sino que muchas de ellas no han podido firmar con su nombre. Conocido es el caso de James Tiptree, que en realidad se llamaba Alice Sheldon, cuya obra es de las más galardonadas de la ciencia ficción.
Los nuevos personajes son mujeres fuertes, activas y conscientes, que sirven de motor de cambio de la sociedad por sí solas
Los personajes femeninos clásicos de ficción acompañan al protagonista. Representan la pureza, la ingenuidad y la generosidad. O bien, tras permitirse algún arranque de rebeldía, vuelven a su rol, normalmente de esposa y madre. “Lo más importante de los personajes de la ciencia ficción feminista es que las mujeres son fuertes, activas, conscientes y sirven de motor de cambio de la sociedad por sí solas. Son heroínas, pero no son perfectas. No son personajes idealizados, sino complejos”, cuenta Lola Robles.
En los últimos tiempos, sobre todo en el cine, se han perfilado nuevos referentes. Uno de las últimas obras de ciencia ficción protagonizada por una mujer ha sido La llegada (2016), una película que cuenta sin mucho espectáculo visual una visita de alienígenas a la Tierra. La misión de una de las mejores lingüistas del mundo es averiguar si vienen o no en son de paz. El personaje, fuerte y complejo, tiene en su mano el poder de cambiar la situación.
Con una apariencia más combativa y luchadora destacan Imperator Furiosa, la imponente heroína de las nuevas películas de la saga apocalíptica Mad Max (2015), y Rey, la protagonista de la nueva entrega de La guerra de las galaxias: el despertar de la fuerza.
Rey
Rey, la heroína de ‘El despertar de la fuerza’ interpretada por Daisy Ridley, no depende de ningún hombre para definirse. Es autosuficiente. Imagen: ©Disney / Lucasfilm
En contraposición a la princesa Leia de las sagas anteriores, esta joven es autosuficiente y no se define por ningún personaje masculino. “Rey es intransigente y sin compromisos. Representa la fuerza y el poder sin limitaciones ni arrepentimientos”, opina Laure Penny, activista y periodista británica en un artículo de The Guardian.
Las nuevas heroínas responden al rol que reivindicaba Russ en El hombre hembra: “Luchamos por abrirnos paso a través de un entorno masculino constantemente refractario; nos arrancan el alma con tal fuerza que ni siquiera sangramos. Recuerda: no quería y no quiero ser una versión femenina, ni una versión diluida, ni una versión especial, ni una versión secundaria, ni una versión auxiliar, ni una versión adaptada de los héroes a quienes admiro. Quiero ser el propio héroe”.

Siguiente paso: la apuesta editorial

“Es verdad que este tipo de literatura es más demandada por mujeres, pero no es el objetivo. Puede ser que sea por identificación, o porque los hombres que consumen ciencia ficción tienen un sesgo que les impide darse cuenta de que discriminan por género”, cuenta Lola Robles. Según la experta, una mirada feminista no tiene que ser necesariamente femenina.
“No creo que exista específicamente una ciencia ficción feminista creada por hombres, pero algunos autores comoJohn Varley, Samuel Delany o China Mieville hacen un tipo de literatura cercana muy interesante. Son autores comprometidos que muestran sociedades y personajes complejos, nada idealizados”, reflexiona.
Cada vez hay más editoras, críticas literarias y directoras de revistas
Para Robles, la misma inercia que lleva a reproducir estereotipos o a pensar que somos neutrales a la hora de elegir qué leemos llevaba a que muchos editores no apostaran por la literatura escrita por mujeres. Su entrada en el mundo editorial es muy difícil, en especial si escriben sobre géneros no realistas. “Pero esto está cambiando. Y si lo hace es, en gran medida, porque cada vez hay más editoras, críticas literarias y directoras de revistas”, asegura Robles.
En una época en la que aún hay que recordar que el feminismo es un movimiento que lucha por la igualdad y que el hombre sigue disfrutando de más privilegios que la mujer, Varela concluye: “La ciencia ficción feminista no muestra el escenario que podríamos conseguir gracias a políticas de igualdad, sino que dibuja, a modo de advertencia, el mundo que nos tocará vivir si ignoramos el feminismo”.
Zona geográfica: España


Fuente: SINC